sábado, 7 de junio de 2014

Cuando me muera quiero ser periodista


"Hay solo dos cosas con las que uno se puede acostar: una persona y un libro."
Ray Bradbury



Si hay una profesión maravillosa, esa es el periodismo. Para entender ciertos contextos hemos necesitado de plumas incansables por ponderar la verdad: Roberto Arlt, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Fabián Polosecki, Eduardo Galeano, Aníbal Ford, Vicente Zito Lema, Horacio Verbitsky, Bernardo Verbitsky, Osvaldo Soriano, Enrique Symns. Y si nos remitimos a la actualidad, podemos hacer uso, no solo de firmas de este calibre, sino también de revistas comprometidas con las buenas mediaciones: Sudestada, NAN, Hecho en Bs As, Mascaró y una mítica que ocupo un lugar importantísimo, a principios de los setenta. Me refiero a Crisis. Aunque tampoco puedo olvidarme de una de las revistas más irreverentes de principio de los ochenta: Cerdos y Peces.
Por detrás de este oficio existieron y sigue existiendo, las mil maneras de darle su condición de academicismo, pero en boca de periodistas y cuando se someten a los primeros garabatos para completar una hoja en blanco, atrás queda cualquier síntoma de condición cientificista. Escribir periodismo por sobre todas las cosas, lleva un deber ético y aventurero a la hora de informar o dar a conocer algo que estaba siendo relegado por la cultura oficial. Es poner en la superficie, una figura, un hecho o destrabar cualquier especulación que intenta hacer la clase dirigente. Pues, insubordinarse desde la palabra y hacia las formas estéticas que intentan condicionar, es esencial para no sentarse a comulgar con los patrones de la información.
“Yo creo que el ejemplo de (Rodolfo) Walsh en la generación clandestina de noticias (ANCLA) y otros instrumentos de prensa durante la dictadura, nos permite a nosotros entender que el periodismo es posible de hacerlo, aun en las peores condiciones posibles. Estamos hablando de un intelectual perseguido, un tipo que estaba clandestino viviendo en San Vicente con su familia víctima, también, de la misma dictadura que lo estaba persiguiendo él y con pocas herramientas en su mano. Con una postura crítica con respecto a la organización a la que pertenecía, de todas maneras era capaz con un grupito pequeño de periodistas y un puñado de herramientas concretas: dos máquinas de escribir, papel carbónico y la decisión de hacerlo, intentar plantar una bandera frente a un mapa del periodismo que en ese momento estaba vinculado a los que se iban del país por miedo y los que se quedaban y eran complacientes con el poder militar de entonces…”,  decía Hugo Montero - director de la Revista Sudestada – al informativo Visión 7, en el marco de la conmemoración del día del periodista y en base a la edición especial que hizo la revista sobre Rodolfo Walsh. Referente para muchos.
Muchas de estas personas antes mencionadas, conscientes de las banderas que había que sostener y pese a las pacatas posiciones de ciertos poderes, siguieron siempre adelante con consecuencia. Viviendo el periodismo en los constantes actos de sus vidas y no solamente de puertas adentro en la redacción. Más allá del trabajo y de que muchos escribían para poder comer, nunca se dejó de darle identidad a la identidad. Forjándose el mapa de conocimiento en los cafés y charlas con tipos arrojados a la generosidad intelectual, con pocos ánimos de presumir talento más allá de tenerlo.             

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