martes, 15 de abril de 2014

Rimas para niños


Las depresiones dominicales generan los momentos apropiados para la selección de las historias que van a ser publicadas. El trabajo lo hace en su oficina que esta en microcentro porque en su casa lo distraen sus hijos, que van de acá para allá. Primero elige un habano, se sirve un café cargado y se acomoda en el sillón verde, que lo acompaña desde hace años. Al empezar a leer la primer historia que sacó de un sobre color madera, un sonido poco armonioso lo irrumpió y al atender el teléfono, quedaron las hojas desparramadas en el escritorio.
- Hola – dijo sin ganas.
- Soy Claudio Godines ¿te acordas de mi? – preguntó con furor.
- La verdad que no y en este momento no estoy para adivinanzas. Estoy trabajando.
- Ninguna adivinanza. Ya te dije mi nombre. Te mandé un cheque por las ediciones que hiciste de mi libro ¿Te llegó?
- Ah, no sé. Después me fijo. Ahora estoy leyendo historias para seleccionar cual publicar y hasta ahora son bastante aburridas.
Ya que se nota que no tenes nada para hacer, escucha. No tengo ganas de ponerme en crítico - dijo y se puso a leer un cuento.

Cuando veía que todos anotaban sin parar y mi cuaderno estaba vacío, empezaba a cuestionarme si realmente estaba en el lugar correcto. Miraba las caras y todos estaban atentos al pizarrón. El profesor lo único que hacía era anotar palabras sueltas y a lo ultimo anotaba lo que había que leer, pero lo que podía escribir de todo eso era nada. Estaba a mitad de un cuento que no podía terminar porque no se me ocurría un final. La chica que se sentaba al lado miraba de a ratos, sin dejar de escribir en su cuaderno; cada palabra del profesor le parecía interesante. Medio que intentaba leer, incluso a veces dejaba la mirada en mi cuaderno y seguía las oraciones que iba desparramando como desesperado, intentando darle forma a la historia. Pero nada. No salía algo concreto para arrebatar al lector. Ni medio cross tenía. De repente la chica, disculpándose, me empieza a hablar sugiriéndome un posible final: “Y si pones algo así como que la chica se hace lesbiana y mata al novio de su amante. ¿Queda muy pochoclero? ” La miré sorprendido por la ocurrencia, sin saber hacia donde salir. Quede pensando un momento, hasta que contesté intercalando una sonrisa. “Guau, eso es bastante fuerte. No se me ocurrió una muerte pero quizás podría considerarlo, total se puede justificar el asesinato como un acto de despecho.” Ella se río y a todo esto ya había dejado de prestar atención hacía más de quince minutos. “¿Ya publicaste algo o te leyó alguien?”, preguntó interesada. En ese momento pensé en dar una respuesta subida a algún lugar inexistente, que sé yo: sí, publiqué dos novelas y gané un concurso de algo. Pero semejante traición a mi mismo, me causaba una baja de autoestima. Incluso sabiendo que ya había quedado a mitad de camino en varios concursos, donde los jurados que te leen son terribles trituradores: con dos oraciones ya saben si sos bueno o si te tenes que dedicar a otra cosa. Es bastante dura la elección de ser escritor, si no naciste con talento. A todo esto a mi compañera de banco le contesté con la pura verdad: “Hasta el momento la única que me ha leído fue mi prima, que como esta entrada en años, y no pudo deshacerse de estilos del siglo XX, piensa que escribir debe ser como lo hacía Garcia Marquez. Y cada vez que le digo que no me gusta ese autor, me mira con tristeza y deja de leerme. Acto seguido dice: te falta leer Cien años de soledad para saber lo que es bueno. En fin, es una discusión eterna. Una vez intenté con una poesía. Ya podrás imaginarte que no la pasé muy bien, me mandó a leer a Oliverio Girondo. Era frustrante tanto rechazo y las ganas por sentarme frente a una computadora de a poco se volvían nulas. Los dedos temblaban ante cada tecleo, estaba colapsado del boom latinoamericano. Esta prima no paraba de encargarse de dejarme en claro lo malo que era”. La chica no me sacó la mirada en ningún momento pero se quedó callada varios minutos. Pensé que iba a reírse de mi desgracia y todo lo contrario. Me alentó con entusiasmo para lanzarme a la publicación. Eso realmente era una motivación, pero no pude evitar quebrarme. Comenzaron a caerme lágrimas, sentía una gran impotencia por la situación. Ahora me veía obligado a confesar otra verdad, ya que la chica se veía sincera conmigo. “Todo lo que te conté anteriormente me sacó las ganas de seguir en este camino y hace poco terminé un taller, en el cual aprendí a hacer rimas para niños. Era tal la desesperación por ser publicado que no tuve más opción. Mi prima me lo había dejado en claro: “La literatura no es lo tuyo”. Lo resigné todo. Con esto tengo éxito de verdad, en los jardines algunas madres jóvenes me declaran su amor; me llaman el Cortazar de los guardapolvos verde.”

- Estas escuchando esto – dijo Claudio sorprendido.
- No lo puedo creer…
- Es muy bueno, ¿no?
- Más allá de eso. La historia es real. El tipo que te mandó esta historia fue alumno mío de ese taller que esta mencionando.
La primera clase, lo primero que me dijo fue que quería hacerse conocido con las letras y que su prima le había bajado la moral porque no leía a Garcia Marquez. 
- Ah, esto ya es impresionante…
- Sí, que coincidencia.
- No, eso no. Lo último que me faltaba escuchar es que das un taller de rimas. Deja de robar, hombre.
Bueh…vamos a terminar de leer esto, que quiero saber cual es el final de este tal Cortazar para infantes. 

Continuo con la lectura.

Lo primero que hizo mi compañera de banco fue abrazarme en el medio de la clase. El profesor nos pidió que lo romances se concreten fuera del aula y sin responder nada, me sacó del aula tirandome el brazo. No entendía nada, pero aproveché para comprar un café en el bar. Los precios eran mucho más baratos que en cualquier confitería y le invité uno. No paró de insistirme en que mande algunos cuentos a revistas y demás lugares que ella conocía. Pero me resistí a todo eso. No quería abondar las rimas, ya sabía la estructura y el trabajo creativo era mucho menor que si me sentaba por un cuento o una novela. Después del café, le dije que me iría a casa para terminar unas rimas que estaba por publicar. Estaba contento porque sería mi primer material publicado en libro. Hasta el momento solo eran revistas infantiles o envoltorios de chocolates. Quiso acompañarme y no me opuse. Mientras esperábamos el colectivo le conté como sería la tapa del libro, los dibujos y que estaría prologado por un amigo de la infancia, que hacía muy poco había terminado la carrera de profesor en letras. Ese si que sabe de verdad, le dije sonriendo. Empezó a preguntarme con quién vivía y le contesté, con mi prima, un hermano y mi mamá. “¿Con tu prima?”, preguntó con sorpresa. Sí, contesté con toda naturalidad y justo vino el colectivo. En el trayecto se quedó dormida sobre mi hombro. No voy a negar que miré varias veces para ver si me estaba babeando, pero no paso nada. Totalmente seca estaba la zona. Al rato me quedé dormido yo y nos pasamos de la parada. Nos despertó el chofer donde termina el recorrido, así que tuvimos que esperar hasta que saliera otro que volviese. Veinte minutos, fueron más o menos. Cuando llegamos a casa le ofrecí algo para tomar y al principio no aceptaba nada, porque estaba tímida. Al rato en mi habitación escuchamos algunos discos y la tensión empezó a bajar. Nos besamos intensamente, hasta que golpeó la puerta mi madre para pedirme que bajara la música porque mi hermano dormía. No me importó, no había buena relación con él. Nos pusimos hablar sobre el libro y me pidió que le mostrara lo que tenía armado. Lo busqué por toda la habitación pero no estaba. Di vuelta todo. Le pregunté a mi mamá y me contestó que la ultima que lo vio, lo tenía María. Apreté los dientes y sin contestar, volví a mi cuarto. La miré a ella y le dije: “cagué”. “¿Quién es María?”, preguntó con temor a que sea algún romance y solo pude decir: “mi prima.”

- Esta historia es malísima, Godines. No tiene nada nuevo – dijo resignado.
- Claro, ahora entiendo todo…
- De que estas hablando, boludo. No te hagas el misterioso.
- Fíjate que te mandé un libro bastante gordote que tiene rimas y es para publicar.
- Si, acá lo veo y…
- ¿Quién es el autor? – preguntó sin dejarlo terminar.
- Ma…

- ¡Como la cagó!           

No hay comentarios:

Publicar un comentario