miércoles, 14 de agosto de 2013

Robando desde la portería


La miré cuando se pronunció delante de mí con unos tacos tan altos que pensé que al segundo paso se caería. Hizo la vista gorda, no se dio por aludida de que estaba ahí y sabiendo que mis ojos estaban en su nuca, ni siquiera tuvo el tupe de hacer un paneo general para ver de quién se trataba. Habló algunas palabras con el portero del edificio, sonrió, le dejó un sobre en la mesa y se metió muy rápido en el ascensor. El portero me miro y guiñándome el ojo, me invitó a que siguiera mi camino.

-La mina esa está conmigo, macho – dijo prendiendo un cigarrillo y mostrándome el sobre.

No me quedó más que creerle momentáneamente porque no sabía que había en el sobre. Con la cabeza puesta en el botón del ascensor, insistí en apretarlo varias veces porque estaba tardando más de la cuenta. Después de unos minutos se hizo presente, cuando abrí la puerta le deje el paso a una señora que bajaba con el carrito y su hijo durmiendo, pero no recibí ni las gracias. Apreté el botón del piso correspondiente y mientras iba perdiendo la imagen del portero matándose de risa leyendo esa bendita carta, llego el momento de bajar. Me metí en casa, dejé caer el cuerpo deslizándose por la puerta y tomándome la cabeza con las dos manos traté de pensar si sería verdad que esa mujer estaba con el portero. Hice un intento de ir reconstruyendo los momentos desde que la vi llegar hasta que le dio la carta y se fue, pero nada me pareció anormal. Me quedé dormido en posición fetal contra la puerta y a los pocos minutos me desperté exaltado con el ruido del timbre que me pareció extremadamente fuerte – había adquirido un sueño muy profundo – y cuando abrí la puerta me encontré con la mujer allí parada. En una mano tenía un champagne y en la otra una caja de preservativos – estos se los robé al portero, dijo entre risas – no podía entender lo que estaba pasando incluso pensé que estaba dormido todavía.

-Dale pendejo, no me vas a invitar a pasar – dijo casi enseñándome modales.

- Si claro, adelante. Todo esto me parece muy raro ¿no vendrás de parte del portero para hacerme una joda, no? – pregunté algo enojado.

- No. Soy parte de una cámara oculta, pajero. Por qué no te dejas de joder y traes unas copas, así nos tomamos unos tragos – dijo quitándose el tapado para dejarse ver una remera escotada y unos pantalones que hacían un buen trabajo sobre su figura.

Cuando fui a la cocina escuché que ya sonaba una canción de David Bowie. Empecé a relajarme para tomármelo como una sabía recompensa ante los humos que me mostró el portero. Igual siempre teniendo en claro que no debía perder la cabeza.

-¡Dale nene, las fuiste a fabricar las copas! – Gritó desde el living.

Cuando estaba sirviendo mis manos temblaban trayendo una sola imagen a mi cabeza: La adolescencia y las dificultades al afrontar con soltura los encuentros con el sexo femenino. Sin dudas volqué un poco en el mantel y fue motivo de burla un rato largo. Brindamos mirándonos a los ojos y cuando fue a dar el primer sorbo cruzó las piernas haciendo que mis ojos se vayan hacia las zonas cavernosas ¡era increíble ver como seducía sin mostrar nada de más! Manejaba de maravilla esta arma porque sabía que ante cada movimiento mis ojos irían detrás, pero también me daba cuenta que me estaba vulnerando así nomas. De a momentos, igual, me olvidaba de resistir y quería tirarme encima pero la muy madura me ponía en órbita. Hablamos mucho, abordamos varios temas pero la cuestión oscureció cuando, ayudada por la cantidad de champagne, empezó a contarme una historia personal.

- Yo no te conozco pero apenas te vi entrar al edificio vi que tenías cara de bueno y además, te confieso, hace rato que no tengo una revolcada con un pibe…

- ¿Pero la carta que le diste al portero…? Me dio a entender que eras su mujer o algo así…

- ¡puf, por favor! Con ese no tengo un vinculo formal ni habiendo tomado una vinería entera y con respecto a la carta, no sé porque te aclaro tanto, pero era una carta que le escribió su esposa antes de suicidarse y me la pidió. Yo era la mejor amiga de su esposa y en su momento para no sufrir, me pidió que se la guardara.

Quedé boquiabierto ante semejantes declaraciones, ni siquiera sabía que contestarle como para seguir con la charla porque no esperaba semejante historia.

- Igual eso no era a lo que quería llegar – dijo con lagrimas en los ojos y continuó – necesito contarte algo que jamás pude decírselo a nadie ¿puedo?

- Por supuesto – respondí sin dudarlo, envuelto en la intriga.

- Cuando tenía 25 años me casé por tercera vez y tuve un hijo. En total tengo cinco hijos. Al tener el último viví un tiempo en armonía con todos mis hijos y mi marido, y por qué digo un tiempo; después de meses de compartir el mismo techo empezaron a surgir reacciones raras de él para conmigo. Se levantaba todas las noches casi a la misma hora y yo no sabía bien para qué, hasta que un día me cansé y le pregunté qué era lo que hacía; el hijo de puta me decía muy tranquilo que iba a tomar leche porque le prolongaba el sueño – en ese momento dejó de hablar y se quebró en un llanto profundo. La abracé para que se calmara y al rato volvió a reaccionar y continuo con la historia – Sé que no entendes nada pero ahora te vas a dar cuenta de lo que te digo: una de esas noches que se levantaba decidí perseguirlo sin hacer ningún tipo de ruido y vi que no se dirigía a la cocina, donde estaba la leche, sino que iba al cuarto de mi hija la más adolescente. Esa noche cuando lo vi entrar ahí, me contuve y seguí todos sus pasos para ver lo que hacía; no prendió la luz de la habitación en ningún momento y ahí no pude contenerme, cuando prendí todas las luces, lo encontré masturbando a mi hija y encima la tenía maniatada para que no gritase ¿te imaginas, no? Agarré el florero más cercano de la casa y se lo partí en la cabeza; salió corriendo con lo puesto y el muy hijo de puta no se desvaneció ni nada porque sino…

En ese momento deje de entender todo lo que sucedía a mi alrededor. Si la historia anterior ya había sido tétrica esta me dejó temblando. Tenía enfrente de mí a una mujer bella que me incitaba a la vehemencia sexual y de repente pasamos a un escenario trágico, de llantos y morbosidades dignas de informes televisivos de fines de semana. Le ofrecí un té o algo para intentar restablecerla de la situación que tuvo que recordar. Aceptó el té y se dirigió al baño para lavarse la cara. Desde el baño la escuché refunfuñar porque tenía el maquillaje corrido y algo de una pestaña postiza, hasta que dejé de prestar atención a sus quejas porque su celular estaba vibrando y me llamarón la atención las luces del aparato cuando vibraba. Como tardaba en venir decidí ver el mensaje por si era algo importante y me encontré con un mensaje del portero que decía: “¿y ya terminaste con el pendejo? ¿Te fijaste donde guarda la guita y las alhajas del fiambre de su madre?” En ese momento la expresión de mi cara pasó de la amabilidad a la violencia. Fui hacia el baño con el celular para que me diera una explicación del mensaje pero no estaba. Grité varias veces por si estaba escondida en el algún lugar de la casa y salí al pasillo del edificio al grito de: ¡Hay ladrones en el edificio! Por supuesto los vecinos salieron a sus puertas sin entender nada y rápidamente traté de darles una explicación breve, yendo hacia la casa del portero que estaba en planta baja. Nos paramos todos los que pudimos delante de la puerta del portero y golpeamos varias veces con cierta vehemencia, hasta que a los pocos minutos salió.

-¿Cuál es el problema? – preguntó mientras encendía un cigarrillo.

- Esto es el problema – respondí mostrándole el celular.

- Ah sí…yo te dije pibe que esa mujer estaba loca – contestó airoso y atino a querer cerrar la puerta.

Trabé la puerta con la ayuda de algunos vecinos y logramos ingresar a su casa en busca de alguna evidencia. Solo había una mujer dándole la teta a un niño en un sillón y una televisión a todo lo que da. A los pocos segundo vi que venía la mujer por el pasillo - ¡ahí esta! Grité – y corrimos detrás. Uno de los hijos de un vecino logró cruzarle los pies cuando iba en carrera y la hizo girar por el suelo; no esperé ni un segundo, pues, la agarré del cuello y le pedí explicaciones mostrándole su celular. No podía hablar del dolor por la caída – me decía - así que comencé a apretarle los puntos afectados para que hablase, pero no había caso. Luego de varios minutos apareció la policía y algunas cámaras de televisión, para ese entonces el portero desde el balcón del décimo piso, amenazaba con tirarse porque su mujer no quería tener más sexo con él. Le había confesado, luego de que nos fuimos, que en otro intento fallido de robo de esta mujer, el comisario se había acercado al domicilio a hacer algunas preguntas y luego del exhausto interrogatorio, tuvo los mayores placeres de su vida. A parte le dio una carta donde le explica que se va de la casa y a vivir con el comisario. El portero desde el décimo piso le arrojó la carta a la mujer y le gritó que se la guarde, hasta que haga su duelo. A la mujer se la llevaron detenida, los vecinos comenzaron a dispersarse cada uno por su lado y yo me quedé en cuclillas en el medio de la calle, hasta que un chistido me trajo en sí.



-Che pibe, la mujer está conmigo. No seas boludo – y mostró una identificación policial.

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