sábado, 8 de junio de 2013

La puta que debía llegar antes que su hijo despierte (Capitulo 2)


El bar

La valentía no sobraba, así que cuando vimos que una manada de patovicas, con los dientes apretados, venía hacia nosotros, lo primero que atinamos a hacer fue correr. Se desató una persecución poco cinematográfica. Hablaban por los handies pidiendo refuerzos. En ese momento me sentí un dealer con pedido de captura. Como no tuvimos tiempo de acordar un punto de encuentro para cuando terminase la escapada del siglo, en un momento que pude mirar hacia atrás sentí la soledad extrema. Termine en una calle desierta con casas que parecían no estar habitadas hacia un tiempo largo. Tenían maderas clavadas en las ventanas y las puertas, que estaban entre abiertas. Intenté respirar, a pesar del escenario, un poco de libertad. Traté de llamar a Sr jarra pero como no contestaba tuve que cortar antes de que atendiera el contestador y me comiera el poco crédito que me quedaba. En medio de la desesperación a unos metros pude ver un bar que se asomaba por una esquina, así que allí fui a hacer un poco de tiempo y de paso esperar que Jarra me devolviera la llamada. Antes de que el mozo se hiciera presente, levanté la mano haciendo un gesto de una cerveza. En la mesa que tenía frente a mi, había una chica que lucia unos aros que llamaban mi atención y me dedique a mirarlos un largo rato, hasta que ella advirtió esto y con un gesto poco amigable desdibujo una sonrisa. Al instante llego la cerveza. Dos vasos en cuatro sorbos, eructo y una servilleta que limpió la espuma de mis bigotes, fue suficiente para volver a la normalidad. Al rato la chica se paró para ir al baño y no pude evitar ver sus dotes. Ella sabía que haría esto y miro justo cuando ya estaba con mi lengua afuera, ante la huida de sus glúteos y con sus cejas enarcadas, dijo: " ¡Que miras pajero!". No pude evitar reirme ante tamaña descripción y seguí escuchando la música que provenía de la fonola: " Un pseudo punkito con el acento finito quiere hacerse el chico malo...". Volvió la chica del baño con su vista clavada en mi. Parecía desafiarme a que le dijera algo después de haberse despachado con un terrible "¡pajero!". No dije nada y seguí mirando por la ventana. Se sentó en mi mesa y quedamos en silencio varios segundos. Amagué con mirarla varias veces pero ella tenía la vista puesta en un tipo que hacía malabares. Ma' si yo le hablo, pensé en ese momento.
- No entiendo. Por qué te sentaste acá, tu mesa no esta allá. - solté sin pudor.
- Porque te vi bastante solo. Ademas tenes una cara de preocupado que pensé que podría ayudarte.
- ¡Guau!...que poder de análisis.
- No me cargues, idiota. 
- Pero realmente me sorprendió que me hayas dicho esto, porque es verdad. Es mi estado actual.
- ¿Que te pasó?
- ¿Enserio queres saber?
- Vos sos medio pelotudo, te dije antes que te prestaría ayuda.
- Esta bien, no te enojes.
- Se armo una trifulca en el puterio porque uno de mis amigos se quiso hacer el salvador de una mina que le gustó y según sus palabras, cuando le tocó pasar, dice que la mina lo trato diferente que a todos los demás...
- Bastante boludo tu amigo.
- Déjame terminar eso no es nada. Después se le ocurrió meterse en el turno de otro, agarrar a la mina y decirle una declaración de amor atroz. Imagínate la situación, no...por supuesto después vinieron los de seguridad y se armó una cuestión bastante incomoda. La mina abajo de la almohada tenía un cuchillo y se lo quiso clavar a mi amigo...una escena de la sección policial de los domingos.
- ¿Y ahora donde están todos los demás?
- Y eso es lo que no sé. Como tuvimos que salir corriendo, los perdí. Lo que más me preocupa es que quiera volver a sacar a la mina de ahí. En cuanto aparezca lo clava de una, si antes no terminó cagado a palos en un zanjón.
- Y por lo que me decís, el boludo, es bastante propenso a terminar así.
No pude evitar reírme. Se me vieron situaciones de otras noches donde tuvimos que salvarlo de situaciones similares o peor aun.
- De que te reís - me dijo enojada.
- De nada, es que inevitablemente lo que dijiste recién es verdad. Si te llego a contar la cantidad de veces que le salvamos la vida no me creerías. 
La charla se había extendido tanto que nos encontró la mañana. Di mi ultimo trago a la cerveza y me despedí de la chica, prometiéndonos volver a vernos en el bar, alguna noche. A pesar de que había pasado tiempo de la trifulca, salí del bar mirando para todos lados. No quería saber nada con persecuciones a esa hora del día y con ocho cervezas encima.    

continuara...
   

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