Por el pasillo,
gritos a la muchacha de pollera corta que corre para salir de la boca del lobo.
Los calenturientos, que pedían la presa, eran dos imberbes que a
fuerza de querer tapar su erección, la tela finita de los pantalones no se
lo permitía. Mientras tanto arriba del subte dos artistas deleitaban con
sonidos de bombo legüero y guitarra criolla. Se había hecho más largo
que lo habitual el viaje y tenía que llegar a la presentación de la novela de
mi amigo. El fastidio comenzaba a hacerse presente - no hay nada
más perturbador, que tener ganas de llegar a algún lado y que el viaje se
una dificultad - y el calor que no cesaba de pronunciarse por mi
frente. Las mangas ya no podían más de la humedad. Una mujer que estaba sentada
enfrente mio, miraba su reloj con una frecuencia de tres veces por segundo. El
subte estaba detenido a mitad de camino por problemas técnicos y el
mal humor se había hecho generalizado. Esta mujer que venía enfrentada a
mi, seguía mirando su reloj y ahora había agregado la acción de meter
y sacar la mano de su cartera de una forma casi neurótica. Me empezó a
llamar la atención lo que estaba haciendo, debido a que mientras buscaba no se
que cosa en su bolso, miraba para todos lados como atemorizada por algo. Sin
pensarlo me acerque para intentar saber si estaba bien.
- Perdón por
mi atrevimiento, pero la noto muy pálida ¿pasa algo? - pregunté con
algo de vergüenza
- Primero, no me
trates de Ud y segundo, si no te corres en dos segundos de al lado mio, vas a
estar en problemas, pendejo - dijo sin ningún filtro
Quedé un poco
aturdido por la respuesta pero no pude no querer saber porque había dicho eso.
- Tranquila, solo
quería saber si te sentías mal. No creas que esto es un intento de seducción o
algo por el estilo - dije con una voz más firme.
- ¡Pendejo! ¡No escuchaste lo
que te dije! Salí de acá porque te van a boletear y tenes cara de bueno. Dale
raja para otro vagón antes de que sea tarde.
No quise levantar
ninguna sospecha de que algo raro estaba sucediendo porque eramos muchos en el
subte y podía suceder una catástrofe, para colmo todavía no estaba
solucionado el inconveniente técnico. Ya llevábamos más de
veinte minutos ahí dentro. Sin hacer ningún bullicio fui para el vagón de al
lado, que estaba más repleto, todavía.
Por suerte, para
todos los que estábamos a la espera de la solución para continuar con
el viaje, por los parlantes anunciaron que ya estaba arreglado el desperfecto y
continuamos con la marcha. La transpiración que me acompañaba, para ese
entonces, era como si recién me hubiese dado una ducha de media hora.
Al descender del subte, la mujer de cara pálida me acompañó con la
mirada hasta que me metí en la boca que salía a Av. Corrientes.
Caminando con la imagen de esta mujer en la cabeza, se me dispararon varios
desencadenantes para esa pobre gente que todavía continuaba viajando con ella.
Una posibilidad es que sea una fanática kamikase y haya decidido
hacer una autodestrucción, inmolándose y así llevarse un par de tipos
que no piensen como ella quisiera. Segundo, podría ser que estuviera preparando
una coartada con otros de los pasajeros para robarse todo. Tercero, que
estuviera viajando amenazada por alguno de los pasajeros y cuarto, podría ser
que estuviera al lado su marido, el cual le haya dicho que finja sentirse mal
para ver cuál es la reacción que tiene ella cuando alguien hace algo gentil por
su humanidad.
El paso previo a
llegar a la presentación que se hacía en la casa de la lectura, no fue de los
mejores pero se podría titular como: Bastante aventurero. Traté de no pensar
más en la mujer porque no iba a poder disfrutar de la lectura que tenía que
escuchar y esto sería un problema. Seguramente mi amigo vaya a preguntarme
alguna opinión al respecto y sabiendo su hedonismo para con sus obras no podría
contestarle: “¡No sé! Tengo la cabeza en una loca del subte”. Cuando ingresé a
este lugar encontré gente con aires de barroquismo, reclamantes de una elite
cultural que los envuelva. Pura charlatanería de Kafka y Nietzsche. Es decir, un
momento propicio para entrar escuchando una canción de Ignacio Copani. La paquetería
francesa que engalanaba la noche, tampoco permitía un Washington Cucurto. Al
escuchar que un micrófono estaba siendo probado, me acerque hasta el salón.
Todos escucharon atentamente la lectura. Los lentes culo de botella aplaudían cada
gesto de humor académico que este hacía de forma irónica. Una ceremonia donde
no estaba sentado ningún rufián (ahuyenta burgueses). El evento culminó bastante
rápido, así que espere a que mi amigo saliera para felicitarlo e ir a saciar
nuestras gargantas con una cerveza en el bolichito que estaba a unas cuadras. Se
demoro un poco en salir porque unas psicolibertarias le interrumpieron la
salida para hablarle de lo bueno y lo fascinadas que habían quedado al leer su
novela. Se deshizo de ellas con dos palabras difíciles y por fin llego mi
turno. Nos estrechamos en un abrazo y un cruce de labios, por el apuro al
saludarnos. Al llegar al bar, por supuesto, nos sentamos y no pude no contarle
lo que había vivido en el subte, así que pedimos la cerveza y mientras esperábamos,
arranque…
-Tengo que contarte
algo impresionante, que me paso mientras venía para acá.
- Uh, ya sé ¿A qué
mina te levantaste?
- puf…eso hubiese
sido lo mejor
- Eh…dale larga ¿qué
te paso? – dijo con pocas esperanzas de que sea algo que rajara la tierra.
- Una tipa que
viajaba conmigo estaba muy pálida y para colmo el subte estaba detenido a mitad
de camino por problemas técnicos…
- ¿Y qué hiciste? ¿Eso
es lo tremendo?
- ¡Déjame terminar,
entonces! Me acerque para ver si estaba bien y me dijo que me alejara de su
lado porque iba a ser boleta.
- ¿Qué?...no entiendo
nada…
- Y yo menos que vos.
Date cuenta que esta mina algo estaba por hacer ¡Tenía una cara de demente
terrible!
Quedamos en silencio
por un rato, mirando por la ventana y sorbiendo la espuma de la cerveza. Veinte
minutos después, mi amigo tomó su último trago e hizo un gesto a la moza de que
trajera otra y preguntó:
-¿que habrá pasado
con toda esa gente? Tendremos que mirar el noticiero…
Mientras de hacer esa
pregunta reflexión, ahora le grito a la moza que prendiera la tele y pusiera el
noticiero.
-¿Para que el
noticiero? – pregunté riendo
- Y, para saber si pasó
algo. Estoy seguro que era una de esas fanáticas…
- Al final te
intereso, lo que te dije, eh
- Es que
inevitablemente esto me lleva a querer hacerlo literatura. Es buen material
para un policial ¿no te parece?
- Pero sabemos una
parte de esto, ni siquiera tenemos un desenlace o algo un poco más concreto.
- No importa. Henry
miller, te diría: “la realidad está en la calle, todo lo demás es literatura” o
algo así…
- ¿Estás seguro que diría
eso o estas inventando?
- Un poco y un poco –
Dijo y lanzó una carcajada
Para ese entonces la
moza había comenzado a subir las sillas a las mesas, en señal de que la cosa no
iba a poder durar mucha más. Tomamos rápidamente los últimos sorbos y nos
fuimos. A penas pusimos un pie en la calle, las persianas se bajaron de manera automática.
-¡Guau! Parece que se
querían ir… - dije risueñamente
Caminando hacia la
otra esquina, para poder tomar, nuevamente, el subte, hablamos de algunas
mujeres de nuestro pasado y recordamos algunas anécdotas. Cuando llegamos, nos
volvimos a abrazar para despedirnos y quedamos en vernos pronto. Bajé por la
boca del subte y este tardó muy poco en venir. Tenía que hacer varias paradas,
así que como vi un asiento libre lo aproveche. Me desperté exaltado porque pensé
que me había pasado, pero no. Faltaba una. Con la vista levantada hice un paneo
general para ver quienes me acompañaban en el viaje y me encontré con esta
mujer. La mire perturbado y ella me clavo la mirada. Esta vez no decline la
vista, la mantuve firme en sus ojos y me acerque.
-¿Qué te pasa? – dije
con furia
- ¿Por qué? –
contestó sin despeinarse
- Me dijiste que iba
a ser boleta si estaba mucho tiempo al lado tuyo ¿no te acordas?
- Ah sí ¿te molesto?
Por un momento pensé
en putearla pero su mirada seguía inquietándome como para hacerlo. Así que me
quede en silencio y deje de mirarla. Diez minutos después, me toca el hombro y después
de un breve silencio, lanza un escupitajo sobre mi cara.
-¿Qué haces idiota? –
dije con el semblante todo rojo, casi a punto de estallar.
- Soy punk – dijo a
carcajadas
-¡Vos estas demente!...
¡Pedazo de puta!
- Eh, no es para
tanto. Es un poco de saliva de mujer.
Ya no sabía qué
hacer. Estaba totalmente descolocado, nunca había visto una cosa así. No sabía
si hablarle, volverla a putear o irme a otro vagón. Pero mientras decía y
pensaba todas estas opciones, esta mujer se paro arriba de uno de los asientos
y dijo:
-Damas y caballeros,
gracias nuevamente por haberme prestado atención. Para los que no me conocen,
hago teatro callejero y le agradezco a los nuevos colaboradores – y señalándome
a mí, me guiño el ojo de forma cómplice – que todavía no me matan, pero con sus
colaboraciones puedo llevar un plato a casa. Así que esto es todo, voy a pasar
la gorra como hago siempre y que tengan buen viaje.
Cuando termino su mini
discurso, todos aplaudieron con gran fuerza. En ese momento, pensé: cuando le
cuente esto a mi amigo va a ser literatura ¡Que increíble!
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