jueves, 19 de abril de 2012

Muerte: ¿que carajo sos?

La reflexión sublime que se revela, cuando te das cuenta que no queres estar donde estas, es poderosamente aterradora. Las piernas tiemblan, el semblante empalidece y el sudor se hace presente. Sabes que la muerte cada vez tiene más vida ¿paradójico, no? Se produce alguna calma en palabras malditas, que dice algún francés desbocado que no cree ni en su alma. Eso pareciera ser tranquilizador. Pero saber potablemente que uno va a dejar de estar en esta cosa real llamada: mundo, es inquietante.
Que va pasar, cuando las películas no sean parte de tu cotidianeidad. Ya no vas a poder coger, ni estrecharte en ningún cuerpo que te de calor: ¿Muerte, que carajo sos?
Escribir se convierte en una acción que no puedo dejar de hacer. Necesito invadir los espacios en blanco con palabras que contrarresten este mal pasar existencial, que se vuelve, a veces, difícil de combatir. Es que con esto no quiero pertenecer a ningún canon literario, tan solo quiero expresar la melancolía de un ser poco diurno, que se somete a las tentaciones nocturnas. Las calles recorridas de pe a pa, buscando sensaciones que poder volcar, horas desgastadas en esa esquina, en ese bar, siempre en busca de algo que contar.
¿Literatura? No me dejes sin tu arte representativo, cuando me vaya de aquí ¿Cuanta intriga por lo que vendrá? La vehemencia de los días y las horas, arrasa con la entereza de mi cuerpo, pero espero que no lo haga con mi mente.
Prosa, que no llega a ser prosa, intentando estrepitosamente describir lo lúgubre que es descubrir, que el camino es intenso y áspero. Un campo de batalla por las reglas culturales, impositivas del sentido. Realidad, que no es real. Construcción social de lo real, que se impone como ley. Discursos poderosos, con fuertes sostenes ideológicos, posicionan los campos de lucha, por ese sentido que se escurre de mano en mano, entre los pudientes. Pudientes de capital simbólico y económico, que te compran hasta el alma y la muerte.

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